Me imaginaba mi primera visita a las islas Canarias de forma totalmente diferente a como ha sido, pero la experiencia me ha enseñado que no hay que planear las cosas a tu imagen y semejanza para que salgan estupendamente.
Llegué a Tenerife el pasado jueves 24 de septiembre. En el aeropuerto me esperaba Cristina, la delegada de SEO/BirdLife en Canarias. Será, como ella dice, por su radar para el personal de la ONG o por la buena descripción de mi vestimenta, el caso es que nos reconocimos al instante y nos encaminamos a la sede de la delegación, local que muy poco tiene que ver con el madrileño. Mientras éste se encuenta atestado de gente, mesas colocadas como en un desafío al tetrix y documentos invasores tapizando mesas, estanterías y suelo, aquel presenta un aspecto tranquilo, ordenado y lleno de espacio libre. Por si fuera poco, también cuenta con un pequeño jardín donde acuden a beber y descansar gorriones morunos, currucas, herrerillos y mosquiteros... canarios, claro, es decir, el primer bimbo para mí en la isla.
El poco resto que quedaba de la tarde lo dediqué a conocer a Efrén y Toño, los otros dos empleados de la delegación y a ultimar los detalles del taller del día siguiente, el motivo de mi estancia en la isla y razón de mi creciente estado de inquietud. Al final del día, Cristina nos llevó a mi y a mis nervios al hotel Pelinor, en Santa Cruz, donde me alojaría hasta el domingo.
Llegué a Tenerife el pasado jueves 24 de septiembre. En el aeropuerto me esperaba Cristina, la delegada de SEO/BirdLife en Canarias. Será, como ella dice, por su radar para el personal de la ONG o por la buena descripción de mi vestimenta, el caso es que nos reconocimos al instante y nos encaminamos a la sede de la delegación, local que muy poco tiene que ver con el madrileño. Mientras éste se encuenta atestado de gente, mesas colocadas como en un desafío al tetrix y documentos invasores tapizando mesas, estanterías y suelo, aquel presenta un aspecto tranquilo, ordenado y lleno de espacio libre. Por si fuera poco, también cuenta con un pequeño jardín donde acuden a beber y descansar gorriones morunos, currucas, herrerillos y mosquiteros... canarios, claro, es decir, el primer bimbo para mí en la isla.
El poco resto que quedaba de la tarde lo dediqué a conocer a Efrén y Toño, los otros dos empleados de la delegación y a ultimar los detalles del taller del día siguiente, el motivo de mi estancia en la isla y razón de mi creciente estado de inquietud. Al final del día, Cristina nos llevó a mi y a mis nervios al hotel Pelinor, en Santa Cruz, donde me alojaría hasta el domingo.
Como todavía nos quedaban horas de luz al día y ganas de paseo a mí, tras acomodarme en el hotel, eché a andar por la ciudad, en busca de relax y vistas bonitas. Santa Cruz no me decepcionó. Es una ciudad pequeña, que me recuerda en cierto modo a León. Lo que atrajo gratamente mi atención , además de la bellamente extraña flora ornamental, fue la cantidad de paseantes, patinadores y perros que amenizan el paseo marítimo (si se puede denominar así a una acera ancha que camina paralela al puerto). Y en cielo, con sus chirridos incesantes, vencejos... unicolores. Ya van dos.
Como en toda ciudad española que se precie, existe una plaza de España en Santa Cruz. A diferencia de las conocidas hasta ahora, ésta carece de edificios históricos y consiste en un simple laguito circular con mucho encanto y decenas de grillos estridulando entre paseantes y parterres de plantas aromáticas.
1 comentario:
Estridular... Qué palabra más bonita :-) ¡Gracias por actualizarte; sigue así!
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