Terminé esta tarde el primer libro de la serie Los hijos de la Tierra . El final me pilló en el metro de vuelta a casa y apenas pude reprimir una lagrimita que, de haberme sorprendido en la intimidad de mi casa, hubiera venido seguida de un chorro de ellas.
Hurgando esta noche en los mails más antiguos que conservo en mi carpeta virtual, me he sorprendido de nuevo emocionada al recordar las cosas que antes se decían y ya no. Es normal, supongo. De entre esas cartas ñoñas y palabras bonitas he rescatado lo que sí me hizo llorar en su día:
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