No considero ésta una noche adecuada para contar algo bonito, mi estado de ánimo no me lo permite, con lo bien que iba el día buscando al Falaropo Picofino en los alrededores de Guadalix de la Sierra....
En fin, que esta noche toca hablar sobre la peor parte del voluntariado ambiental, que es, precisamente, el entorno protagonista. Las Tablas de Daimiel son acualmente ficticias, no existen como tal ya que el acuífero 23 es un colador del que beben grandes cultivos de regadío cebados por pivots y sistemas de goteo. La poca cantidad de agua que permite al Parque Nacional albergar la fauna que presenta es fruto de un bombeo artificial del propio acuífero. Es por esto que el carrizo se ha instalado como dueño y señor de la llanura daimielense y permite, a duras penas, sobrevivir a algunos tarayes que adoptan miles de formas caprichosas. Sobra decir que los ojos del Guadiana ya no lloran, llevan secos más de veinte años, ahora son una inmensa pupila color trigo y tierra rodeada por una zona de turberas en combustión espontánea, además de feas, peligrosas.
Pero da igual, el caso es que "aquí en Daimiel, es que no llueve". Sí señor, precisamente por eso habría que cuidar un poquito más lo que, a pesar de todo, todavía les da vida.
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