domingo, 11 de enero de 2009

Tenía tanto que darte, tantas cosas que contarte...

Tenía mucho que contar en el blog, sobretodo desde que llegué a Madrid, el pasado 8 de enero, en un TRENHOTEL nocturno que casi destroza mi maltrecha espalda y mi cuello al intentar dormir en sus sillones.

Todavía en Ponferrada, los Reyes Magos (tan majos como el carbonero, o más) me trajeron pequeños electrodomésticos para casa, como si de una lista de boda se tratase. Pero bien, muy agradecida por recibir regalos útiles y necesarios, la verdad.

Ya a dos escasos días de terminar las vacaciones, cuando todo parecía que iba a terminar, para variar, como uno de los periodos familiares más tranquilos que recuerdo, algún reproche tonto y exagerado hizo que me entraran unas ganas tremendas de huir de nuevo.

Y al llegar a Madrid, que se puso blanca, histórica, preciosa y caótica en una mañana, vuelta a los quehaceres, pero de forma mucho más relajada en comparación con el primer trimestre del curso 2008/09. Este mes de enero es temporada baja en mi vida y además, en vista del comienzo del proyecto de máster (en otra entrada lo detallaré) y dados mis estreses prenavideños, he tenido que tomar la determinación de dejar los Locos (mis Científicos, os echaré de menos). Adiós a Omega... aunque espero rescatarla muy de vez en cuando.

Este fin de semana ha sido de ivernada. Jorge y yo nos hemos encerrado en Santa Eugenia y no hemos hecho más que dormir, ver pelis y cocinar cosas ricas. Bueno, alguna cosa más hemos hecho, pero tampoco voy a dar detalles... de hecho, creo que es hora de restringir el acceso de este blog... ¡jajaja!

Para despertar del letargo, esta tarde ha venido Antón a hacerme una visita y hemos dado una vuelta pajarera por un pinar cercano al cerro de Almodovar. Le tenía muchas ganas a esa pequeña senda al lado de mi casa y, aunque no es nada del otro mundo, hemos descubierto una pequeña colina, ya bautizada como The Finch Hill, donde un precioso macho de cernícalo vulgar nos sorprendió tirándose sobre un nutrido bando de fringílidos (ej: jilguero, verdecillo, verderón, pardillo, pinzón vulgar), ávido de carne y plumas frescas, mientras nosotros utilizábamos a las pequeñas presas para buscar entre ellas, un año más, los deseados pinzones reales (imagen). Ambos, halcón y ornitólogos, fracasamos en nuestros intentos. Pero tan contentos por lo entretenido del paseo y porque la buena compañía y el sacar los prismáticos siempre se agradece.


Una foto del desiderio 2009, para que sirva de amuleto, que todavía queda esperanza para este gélido invierno.

1 comentario:

Antón Pérez dijo...

Y lúganos (1, al menos), gorriones comunes y molineros, y trigueros; 9 especies en el mismo grupo, ni más ni menos, ni más ni menos... :-)