Un fin de semana, frío y lluvioso, de mediados de noviembre al fin y al cabo, en casa da para mucho. Da para trabajar, si es que es necesario, echando de menos un plan alternativo. Da para actualizar este y el otro blog. Da para comentar, aprovechando la actualización, lo bueno que fue el finde anterior, también frío y lluvioso, también de noviembre, ¡qué curioso!:
El otoño en El Bierzo es especial. Supongo que es el tipo de cosas que sabes, que asumes, pero de las que te verdad de das cuenta cuando un día, después de diez años viviendo fuera, vuelves y te parece que esa tierra tuya está más bonita que nunca, absolutamente preciosa, sin comparativos, de mil y un colores.
El otoño es además allí especialmente productivo. Hace tiempo me prometí (y no cumplí) explicar aquí, a mis madrileños, que era eso del magosto. Simplemente un pretexto, como buenos españoles que somos, para celebrar la época de las castañas que es, ¿cómo no?, el otoño. Los magostos reunen a vecinos, asociaciones, familias y grupejos de amigos alrededor del fuego y los tambores ennegrecidos en cuyo interior se asan las castañas, emitiendo un olor evocador, más apreciado todavía en cuanto solo se repite de año en año. Las castañas, por supuesto, se acompañan con pan, chorizo, vino y bailes.
Otro manjar del otoño: las setas. Después de lo menos veinte años, volví a echarme al monte con mi padre a por níscalos, esta vez también con Jorge, al que no se le dio nada mal la cosecha. Mi padre, un verdadero adicto a estas prácticas. Da gusto y casi envidia ver como detecta las señales que indican que ahí abajo, camufladas y silenciosas, bajo acículas de pino y hojas de castaño, esperan los carpóforos a ser recogidos por esta especie invasora que lo arrasa todo. Y no se nos dio mal. Todavía disfrutamos hoy de lo recogido hace una semana.
Con la familia tan presente, no podían faltar mis pequeños. Un paseo por el hayedo de Busmayor, con las emociones infantiles que despiertan los primeros copos de nieve de la temporada me sirvió para quitarme el mono de mis niños y a ellos, para desquitarse de las jornadas de encierro semanal. ¡Da tanto gusto llevar a mis primos al campo!
2 comentarios:
Carpóforo va, carpóforo viene... jeje; mira que a mí nunca me ha dado por las setas... las tengo un poco ahí como las estrellas; aunque al menos se pueden comer.
me has matao de nostalgia. me voy a ver leones.
Vecín
Publicar un comentario