Nos preguntábamos Raquel y yo, entre café y cháchara, la cantidad de veces que habíamos ido a Monfragüe. Lo dejamos, redondeando y quizás por lo bajo, en unas 15, con la presente. Y es que no nos cansa, año tras año, la sensación de aproximación a la Portilla, esperar a la imperial con las ansias de ser la primera en verla, levantar la misma piedra y recorrer con vista, oído y olfato los mismos senderos donde hemos descubierto tanta vida y destilado tantas emociones.
Y aún así, siempre hay un nuevo insuperable, un camino por descubrir y una buena conversación por desgranar, bajo un nuevo techo donde soñar.
Por una y mil veces más, homenaje monfragües.
Antes incluso de llegar, los alcornoques nos sorprendían con su piel roja, recién despojada del corcho
En la Portilla del Tiétar, buitres revoloteando y...
de entre ellos, Raquel saca la imperial, ¡punto!
Un buitre leonado posado muy cerquita de donde nos encontrábamos.
Imagen que pasará a la historia, en el archifotografiado almez de Villarreal de San Carlos.
El valor añadido de esta visita era la berrea de los ciervos, que con el cóctel de hormonas estaban muy confiados...
pero que muy confiados
Por la noche, siempre cae algún anfibio. Aquí, un sapillo partero ibérico, Alytes cisternasii
Y esta vez, con el día agotado... ¡dormimos en la furgo! Como dos enanas con zapatos nuevos, jaja!
Más buitres. Ahora, sobrevolando Peña Falcón. Foto hecha por Raquel que me gusta especialmente.
Un buitre negro, mucho más escaso que el leonado, posado en lo alto de una cresta rocosa.
¿Cuántas horas nos habremos pasado frente de esta peña impresionante, en el mirador del Salto del Gitano?
¿Y cuántas fotos tendremos en lo alto del Castillo? Ahora farda de seguridad, pero hace pocos años, esa barandilla no existía...
Atardecer y punto... seguido